Ocho reglas de la ética del lenguaje
Aprende a hablar en público y a comunicar con eficacia.
Paco Grau-Cursos de Hablar en Público
Publicado el lunes, 18 de abril de 2016 a las 13:10
En mis cursos, en los que enseño a “Hablar en público y comunicar con eficacia”, siempre insisto a mis alumnos en que deben tener un cuidado exquisito con el uso de las palabras, con el lenguaje que emplean, porque las palabras transportan las ideas que queremos transmitir a quienes nos escuchan. Y que haya una perfecta identificación entre ambas es el objetivo de la comunicación eficaz.
Por eso, las palabras que salen de nuestra boca siempre deben ajustarse como un guante de seda a la idea que queremos transmitir. De esa forma, la idea llegará bien ajustada y adaptada en el interior de esa palabra exacta, de esa palabra acertada, que le sirve de vehículo para llegar a la mente de quienes escuchan.
Y para lograrlo, claro, el buen orador debe tener una gran riqueza de vocabulario, para saber elegir con precisión la palabra adecuada, la palabra pertinente, procurando que sea a la vez, incluso, la palabra más hermosa y más agradable de escuchar.
Reflexionando sobre esto, he recordado que esta idea, precisamente, es una de las “Ocho reglas de la ética del lenguaje”, que el filósofo francés Michel Lacroix escribió en su libro“Palabras tóxicas, palabras benevolentes. Por una ética del lenguaje” y que yo transmito siempre a mis alumnos para que aprendan a ser buenos oradores:
- Mi palabra debe ser cordial: debo saludar, despedirme, dar las gracias.
- Mi palabra debe ser amable: debo dejar en el aire una suerte de puntos suspensivos para que el otro se exprese; no debo ridiculizar a nadie en público.
- Mi palabra debe ser positiva: debo ser una fuente de inspiración para los demás.
- Mi palabra debe ser respetuosa de los ausentes: debo evitar el encadenamiento incesante de juicios sobre los demás, como si la conversación fuera un tribunal virtual.
- Mi palabra debe ser tolerante: debo exponer mi punto de vista de manera no violenta, escuchar las opiniones distintas a la mía; la buena voluntad de discutir y escuchar es el fundamento de la democracia.
- Mi palabra debe ser la guardiana del mundo: debo mostrar admiración por lo que me rodea, el mundo natural y el social. Es mejor el exceso de admiración que el exceso de desprecio.
- Mi palabra debe ser responsable del lenguaje: debo hablar bien mi lengua materna, emplear la palabra exacta, respetar la gramática y la pronunciación, tratar de expresarme con elegancia y refinamiento.
- Mi palabra debe ser verdadera: Debo evitar la mentira, los eufemismos hipócritas y las exageraciones injustas.
18/04/2016 13:10 | pacograu