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Cómo preparar un discurso de graduación

COMO PREPARAR UN DISCURSO DE GRADUACIÓN Consejos para hablar en público con eficacia

Aprende a hablar en público y a comunicar con eficacia con Paco Grau.

Paco Grau-Cursos de Hablar en Público

Paco Grau-Cursos de Hablar en Público

Publicado el viernes, 10 de junio de 2016 a las 08:16

En estas fechas próximas al verano se estarán produciendo cantidad de actos de graduación por toda España: graduaciones de Bachillerato en multitud de colegios e institutos, graduaciones de másteres múltiples que tanto proliferan hoy en día y graduaciones de cursos diversos de las más variadas temáticas.

Hace unas semanas, una amiga y antigua alumna de mis cursos de “Hablar en público y comunicar con eficacia”, me dijo que le habían encargado pronunciar un discurso en representación de todos los alumnos del máster en el que se graduaba. Me pidió consejos, no ya para pronunciar el discurso, lo que ya aprendió en mi curso de oratoria y dijo que recordaba bien, sino consejos para prepararlo de forma eficaz, lo que también le expliqué en su día pero que tenía menos fresco.

Esa misma noche me puse a escribirle estos consejos, que ahora traigo a mi blog para poder compartirlos con cualquiera que tenga ese compromiso y a quien puedan servirle las siguientes líneas.

Piensa bien en el público que vas a tener delante: compañeros, familiares y profesores. Siente respeto, afecto y cariño por ellos desde el momento en que te plantees pronunciar ese discurso, siéntelo mientras lo preparas y, por supuesto, mientras lo interpretas delante de ellos. Eso te ayudará a conseguir la empatía, que es clave para un buen orador.

Recuerda que hay diversas formas de empezar un discurso. Las primeras frases tienen que impactar y captar la atención del público. Una forma de empezar es contando una breve historia o una anécdota que ayude al público a situarse. La anécdota puede ser grave, seria, profunda, o bien simpática, divertida, con un desenlace que haga reír al público. Por ejemplo, una anécdota que haya sucedido durante el curso o el máster.

Si la usas, empieza directamente, sin anunciarlo: “Voy a contaros…”. ¡NO! Así no. Puedes decir algo así, por ejemplo: “Hace unos años pensaba que lo mejor que podía hacer en la vida era tal y tal. Por eso, un día les dije a mis  padres que había decidido tomar una decisión: tal y cual… y al final resultó que… Conclusión: no sé qué y no sé cuantos”. SÍ. Así debes contar una historia en tu discurso: con naturalidad y de forma directa, como si se la contaras a un grupo de amigos.

También puedes empezar afirmando algo: una sentencia o un pensamiento de un autor famoso. Por ejemplo: “Las actitudes son más importes que las aptitudes”. Después de decirlo, deja una pausa, mira al público y di el nombre del autor o autora de ese pensamiento: “Así lo decía Winston Churchill en una de sus famosas frases”. Y, a continuación, di algunas ideas que justifiquen porqué les dices esa cita: tus consideraciones, tus reflexiones acerca de la idea de la cita. En cualquier caso, es fundamental que ese principio tenga personalidad, que sea impactante y que lo digas con total seguridad y, si es posible, incluso de memoria, sin leer.

Cuando escribas el discurso, escribe de corrido todo lo que se te ocurra, sin preocuparte por la redacción, sino tan sólo de las ideas que se te vayan ocurriendo: reflexiones, datos, hechos, anécdotas, consideraciones acerca del futuro, etc.. Cuando ya tengas ese primer borrador, léelo con calma y, entonces sí, dale forma a cada idea, construyendo las frases de la forma más elegante y literaria posible, pero sin pedanterías, sino con la mayor naturalidad y sencillez, plasmando con palabras lo que sale de tu corazón; es decir, de tus emociones. Suelta tu imaginación. Seguro que se te ocurren giros y construcciones originales, hermosos, literarios, con estilo,  y emotivos.

Ese buen material escrito te ayudará a que luego seas capaz de transmitirlo de la mejor forma posible al público. Y, cuando pienses que ya tienes el texto terminado, déjalo reposar un día o dos y vuelve a repasarlo con calma. Imagina el efecto que pueden causar tus palabras y seguro que se te encienden ideas interesantes y otras formas de expresar mejor lo que quieres transmitir.

Una vez tengas el texto definitivo, léelo una y otra vez. Repásalo y trata de aprendértelo de memoria, estudiando cada párrafo. Una vez te sepas el primero, pasa al segundo. Cuando ya hayas memorizado los dos, pasa al tercero, y así sucesivamente, hasta saberte todo el discurso.

Por supuesto, léelo en voz alta y grábate, cronometrando la duración. Un discurso de estas características no debe sobrepasar los diez minutos, como mucho. Escucha con atención cómo suena tu voz grabada. Fíjate a ver si pronuncias bien las palabras, si hablas con calma y con fluidez, si transmites calma y tranquilidad, sin muletillas ni latiguillos. Pide a algún familiar o amigo que te escuche y te critique con el fin de corregir lo que esté mal.

A partir de ahí, decide cómo lo vas a interpretar: leyendo el texto entero, escrito en unos folios; o bien con unas fichas-guión que resuman las ideas principales; o de memoria total, sin papeles ni fichas. Si decides leer el discurso, no olvides que no debes “leerlo” sino “decirlo”; o sea, que no se note que estás leyendo. No le des “tono de lectura”, que no transmite tus emociones. Escanea con la mirada una frase lo más larga posible, retenla en tu cabeza, mira al público y dila. Vuelve tus ojos un instante al texto, escanea otra frase, retenla en tu cabeza, mira al público y dila, y así sucesivamente, con calma, sin prisas, con expresividad. La ventaja de las fichas-guión y, por supuesto, de interpretarlo de memoria, es que puedes mirar mucho más al público mientras expresas tus ideas; y eso comunica mejor y de forma más eficaz.

Busca un buen final y apréndetelo de memoria para decirlo con seguridad. El final debe ser rotundo, concluyente. Es la parte más importante porque es lo que tiene más posibilidades de quedar en la memoria de los que escuchan. Puedes terminar con un breve resumen de lo dicho en el discurso. Puedes terminar también con una cita rotunda de algún autor, que transmita la idea principal que quieres dejar en el público. Y puedes terminar también moviendo al público a la acción, dándoles un consejo; es decir, haciéndoles una petición para que tomen una decisión determinada.  Pero, ante todo, ponle toda la emoción posible a ese final. Dilo “con todo tu corazón”, que significa, de hecho, con la mayor expresividad posible.

Y no olvides que, como enseño en mis cursos: “La expresividad es la proximidad afectiva del orador con respecto a lo que cuenta”. Luego, si quieres conectar bien tus emociones con las del público y conseguir la empatía, debes poner en acción toda tu capacidad expresiva, lo que significa cuidar con mimo la entonación de tus palabras y tus frases, los cambios de ritmo al hablar, la modulación de tu voz, tus gestos y tu mirada. Es decir, toda tu comunicación no verbal, que es clave para conseguir el efecto que buscas: transmitir emociones; o sea, comunicar.

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