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Sin reto no hay camino

¿Dónde está tu estrategia?

Pablo Adán

Pablo Adán

Publicado el sábado, 25 de marzo de 2017 a las 12:35

Es posible que hayas oído hablar de marca personal, y que pienses que es un concepto estático, de moda, interesante pero carente de interés y valor. Voy a intentar demostrarte lo contrario.

Comenzando por el principio, disponemos todo de una identidad propia, personal e intransferible, única y,  por tanto, diferente a los demás en sí misma.

Pero también dispones, quieras o no, de una marca personal. Y es así desde el momento en que al relacionarnos dejamos una impronta en los demás, un efecto, una imagen. Porque marca personal es lo que los demás piensan de ti.

El proceso de ajuste, de contraste de ese efecto con nuestra realidad y nuestros valores personales y profesionales, se construye a través del personal branding, y toma forma en nuestra propuesta de valor: qué hacemos, qué valor aportamos y en qué nos diferenciamos.

Cuando llegamos a este punto, las personas configuran su estrategia personal, a veces coincidente con la profesional, aunque no siempre: a dónde quiero llegar, quién es mi público objetivo, aquél al que debo o deseo convencer, cómo he de llegar hasta ellos y a través de qué mensajes y canales.

Y por supuesto sabrás que sólo no podrás llegar. Porque debes generar confianza, esa conexión mágica que consigue que las personas concedan y compartan con otras parte de su capacidad, su propio valor, o el de su empresa; esa perspectiva de relación futura.

La generación de confianza es un círculo que une prestigio (lo que he conseguido), actitud (cómo me comporto), y reputación (la validación de los demás hacia mi y/o mi trabajo). La reputación es precisamente el efecto de tu marca personal, es lo que demás dicen de ti.

Por ello falta un ingrediente; tu red de contactos y relaciones. A mayor capacidad social, mayor potencial de generar reputación positiva, y por tanto confianza a mayores entornos.

Por todo ello, y por mucho más, el concepto de marca personal ha de ponerse en acción, y configurar en torno a ella una estrategia encaminada a alcanzar unos objetivos.

Cuando el objetivo está claro, y la estrategia preparada, debes comprometerte con ella para alcanzarla. Es entonces cuando tu meta se convierte en un reto. Y ten por seguro que así aumentarás exponencialmente tu probabilidad de éxito.

De todo ello y de mucho más hablamos en la Jornada El Reto del pasado 23 de marzo.

Pablo Adán

 

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