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Afrontar la tempestad, compartir la calma

Por J. Manuel Simarro García. Consultor de empresas y de RRHH, y Director General de ARSE’S CONSULTEC, S.L

Publicado por LauraGB
miércoles, 07 de septiembre de 2011 a las 11:33

La empresa se entiende, en el sentido literal de la palabra, como una organización económica, creada con ánimo de lucro y formada por medios humanos, técnicos y financieros, que coordinados adecuadamente entre sí, tienen como objetivo el desarrollo de una actividad comercial, industrial o de servicios, con el fin de obtener unos resultados económicos positivos, beneficios.

En muchas ocasiones, erróneamente, se ve a la empresa como un ente aislado de las personas que la rodean, en algunos casos divorciado del capital humano que la integra, con unos objetivos más o menos definidos y cerrados a cualquier sugerencia, entendidos como propios e independientes y ajenos por completo a cualquier valoración constructiva, iniciativas o expectativas de futuro compartido, que podrían aportar todas las personas que forman la empresa y que en definitiva, debidamente coordinadas serán los artífices del éxito o del fracaso de la misma.

En la situación económica actual, la competitividad entre las empresas se ha vuelto más agresiva, se ha reducido considerablemente la cuota de mercado, existe demasiada oferta para atender muy poca demanda. Sería una incongruencia negar esta realidad, pero también es cierto que, ante tal situación, los responsables de la empresa no pueden permanecer con los brazos cruzados. Hay que innovar, aportar ideas frescas, reinventarse, reconducir, si es necesario, la actividad de la empresa hacia procesos productivos distintos y compatibles con la estructura existente, analizar la verdadera situación en la que se encuentra y tomar decisiones en base en una información adecuada. Para que todo esto sea posible, hay que contar con las personas que integran la empresa, hacerlas partícipes del proyecto y de los resultados en todos sus sentidos, hacer que se sientan parte de la misma, porque realmente lo son. Se debe conseguir que se piense en el desarrollo de la empresa como un objetivo común, donde todos tenemos mucho que ganar o que perder.

Está claro que para que exista un adecuado entendimiento entre la empresa y sus trabajadores, se deben dar unos criterios de “conciliación”, aplicados como modelo de gestión y que puedan suponer el crecimiento conjunto de las personas y la empresa, tanto a nivel económico como personal. La satisfacción mutua de trabajadores y empresarios en el desarrollo de su actividad producirá en la empresa efectos positivos asombrosos; si las personas están motivadas y compenetradas entre sí y con los objetivos de la empresa, todo resultará más fácil, no obstante, para ello, cada cual tiene que saber lo que la empresa espera de él y lo que él puede esperar de la empresa, tener definidas claramente todas las funciones individualizadas y conjuntas que debe desarrollar, saber cual es su papel en la empresa y qué lugar ocupa dentro del organigrama de la misma.

Los trabajadores y la empresa deben ser como dos fuentes complementarias de energía que, conectadas entre sí, convergen uniendo sus fuerzas en la consecución de un objetivo común de vital importancia para ambos.

Los objetivos enfrentados nos llevan, después de un gran esfuerzo, a un resultado final nulo, a un punto muerto sin valor para ninguna de las partes. La empresa debe potenciar a través de una correcta organización de Recursos Humanos, los objetivos compartidos y consensuados, el trabajo conjunto, la ilusión y motivación por lo que se hace. En definitiva, debe existir una fuerza común debidamente coordinada, que nos permita luchar de manera inteligente y con todos los medios a nuestro alcance, por el éxito de un proyecto participativo e ilusionante, sólo de esta forma, y trabajando en la misma dirección, los trabajadores y los empresarios se convertirán en los auténticos artífices de un futuro común, desterrando de una vez por todas las políticas de enfrentamiento permanente y crispación, alentadas desde algunos sectores de la sociedad y que a nada positivo conducen. Los trabajadores y los empresarios no son en sí mismos enemigos naturales, al contrario, se necesitan mutuamente y ambos son parte importante e indisoluble del proceso productivo. Se debe propiciar el consenso y no el enfrentamiento, construir en vez de destruir, luchar y no quedarse cruzado de brazos.

Es evidente que la crisis existe y es una realidad de la que no podemos huir. La diferencia la marca la forma que cada uno tiene de afrontarla. Debemos buscar soluciones, marcarnos nuevos retos y desafíos, si no lo hacemos, nadie lo va hacer por nosotros. Los trabajadores y los empresarios, hoy más que nunca, están en el mismo barco y no pueden prescindir el uno del otro, deben navegar juntos, vencer la tempestad que en este momento representa la crisis, ganarle la batalla al futuro y poder compartir entonces la calma.

José Manuel Simarro García es Consultor de empresas y de RRHH, y Director General de ARSE’S CONSULTEC, S.L

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